4. Marco teórico de referencia para el análsis

Violencia de género

La definición de violencia de género y de violencia de género contra las mujeres es a menudo utilizada de forma errática. En una cantidad muy importante de artículos, tanto académicos como de divulgación, suele citarse incorrectamente la definición de Beijing (1995), induciendo a pensar que es una definición de violencia de género cuando el documento claramente menciona que es una definición de violencia hacia la mujer. De hecho, en Beijing se retoma, con apenas una mejora, una definición anterior de la propia ONU (1993) que forma parte de la “Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer”. A continuación, se cita la definición del Beijing:

La expresión "violencia contra la mujer" se refiere a todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la privación arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la privada.

La diferencia con respecto a la definición anterior es que, en la declaración del 93, no decía “basada en su género” sino “basada en la pertenencia al sexo femenino”. Los avances teóricos del campo de los estudios de género llevaron a esta corrección que mueve a la cuestión desde el “sexo” al “género”. No obstante, la definición deja claramente por fuera otras cuestiones que son violencia de género, pero no expresada contra las mujeres (cuestiones sobre diversidad sexual y masculinidades no tradicionales, por ejemplo). Esto no es mencionado como una crítica a la definición (que claramente indica que refiere a la violencia contra las mujeres y no a violencia de género), sino a su mal uso, que induce a confusiones y a una reducción del campo de la violencia de género.

En ocasiones, se introducen otras pequeñas modificaciones a la definición para que efectivamente abarque todos los fenómenos de la violencia de género. Así, se suprime la referencia a la violencia de contra las mujeres y se sustituye “violencia” por “violencia sexista”. Esto permite incluir los fenómenos que habían sido excluidos y aparece como una buena solución, aunque muchas veces persiste el problema de la cita y se le atribuye esta definición o a Beijing 95 o a la Declaración del 93, lo cual es incorrecto.

El señalamiento respecto de esta confusión en el mundo académico, que se traslada a la divulgación, responde a que la misma trae consecuencias. Muchas veces violencia de género aparece como sinónimo de violencia de género contra las mujeres, cuando esta última esta contenida en la primera, pero no la agota. Esto se trasladó al grupo de jóvenes investigadoras que, si bien salieron técnicamente de la confusión, luego en la práctica ese sentido común instalado se impuso con frecuencia.

Otras confusiones habituales respecto del tema violencia de género hacia las mujeres se instalaron a lo largo del proceso de construcción del proyecto.

Un primer problema que enfrentamos al estudiar la violencia hacia las mujeres se refiere al alcance del concepto mismo de violencia. Al adoptar un enfoque de género, puede pensarse en violencia hacia las mujeres a nivel estructural, en un extremo, y en violencia hacia las mujeres a nivel interaccional, en el otro extremo, con la categoría de violencia institucional mediando entre ambas opciones. (Castro, 2012, p. 19)

Durante el proceso con el grupo de jóvenes, este continuum estuvo presente todo el tiempo, pero también se produjo algo que señala el propio Castro (2012)

al mismo tiempo que, de manera más o menos explícita, se postula que el origen de la violencia hacia las mujeres es de carácter social —y por eso el amplio consenso que existe en torno a la necesidad de abordar la investigación con una perspectiva de género—, la mayoría de las encuestas sustituye el objeto “violencia hacia las mujeres” por el objeto “violencia hacia las mujeres en la pareja”; y abordan, además el problema de la violencia de pareja como un atributo de los individuos, más que como un problema interaccional, más como un rasgo de ciertas mujeres y sus parejas en un determinado momento, que como un fenómeno social de carácter dinámico con expresiones al nivel de los individuos cuyas variaciones deben explicarse sociológicamente. (p. 18)

Durante la construcción del diseño de investigación especialmente, como se mencionó en el apartado anterior, se fue produciendo un corrimiento del grupo que fue enfocando el tema violencia de género, en primer lugar, hacia la violencia de género contra la mujer y luego, específicamente hacia la violencia de género contra la mujer en el marco de relaciones erótico-afectivas. Esto no significa en ningún caso que se haya perdido de vista el carácter social del fenómeno y, cuando preguntó a los sujetos participantes por las causas y las posibles medidas para frenar esta violencia “interaccional”, siempre aparecen cuestiones “estructurales” y “institucionales” que fueron buscadas intencionalmente, aunque la investigación se centrara en lo interaccional. Como se comentó antes, esta definición fue metodológica, no teórica y estuvo motivada por las inquietudes más sentidas del grupo de jóvenes investigadoras.

Hechas estas aclaraciones teóricas cabe transcribir un resumen del marco conceptual respecto de la violencia de género y la violencia de género contra las mujeres que se manejó con el grupo de jóvenes, intentando hacer definiciones rigurosas pero comprensibles:

Cuadro 2: Transcripción de parte de los contenidos del curso sobre violencia.

Conflicto:

Los conflictos existen en toda relación humana y alude a intereses que se oponen entre sí, a veces de forma real y otras veces por incapacidad de las partes de ver otros horizontes posibles. Lo que varía de una relación a otra no es la presencia de este sino el método utilizado para su resolución. Es por ello por lo que la “resolución pacífica de conflictos” se ha convertido en un tema de gran interés en las políticas sociales en general. Por ejemplo, si dos amigos/as quieren el mismo objeto, y sólo hay uno disponible, puede que uno ceda gentilmente, puede que lo compartan (esto sería evitar el conflicto) o pueden que peleen por él utilizando estrategias como la manipulación, la lástima, el chantaje, la intimidación o incluso la imposición física. Todos estos casos serían una resolución violenta de conflictos.

Agresividad

Si bien una de las acepciones de agresividad del diccionario la asocia con la violencia (1. Tendencia a atacar o a actuar de modo agresivo), también tiene un segundo significado que simplemente señala una cualidad humana universal y necesaria para sobrevivir en el medio. Esta segunda definición la señala como “2. Empuje y decisión para emprender una tarea o enfrentarse a una dificultad”. En este sentido, se trata de una cualidad descriptiva y no valorativa, y que puede ser necesaria en ocasiones. Podríamos poner un ejemplo de fútbol, un jugador agresivo puede ser uno que se entregue físicamente, corra todos los balones, busque ganar permanentemente la posición. Pero si esa agresividad lo lleva a jugar sucio, pegar para lastimar, por ejemplo, esa agresividad se convierte en violencia.

Violencia

A diferencia de los conceptos anteriores, la definición de violencia es más complicada, porque es una construcción sociocultural e histórica. Quizá la finalidad principal de la violencia sea el sometimiento y control a través del abuso del poder. Siempre genera daños físicos, o psíquicos y/o sociales, pero no siempre su objetivo es generarlo. En general los actos violentos son una estrategia unilateral para resolver un conflicto (como vimos arriba), o una exteriorización de conflictos internos (sensaciones de frustración u otras emociones negativas).

Pero como decíamos antes, la violencia está atada a una sociedad y momento histórico y la sensibilidad de cada momento. La naturalización o indignación social que provoca cada expresión de violencia, e incluso la identificación de un acto como violento, varía de acuerdo con los niveles de tolerancia que esa sociedad, que cada familia y que cada persona se permita. Por ejemplo: el castigo físico a los/as niños/as no era entendido como violento hace unos años, incluso en el ámbito escolar. Yendo a temas de género, la tolerancia al acoso callejero (como mínimo las cosas que los hombres les gritan a las mujeres), antes eran celebradas y hoy para muchos/as son considerados actos violentos.

Violencia de género

En los últimos años, habrán escuchado hablar infinidad de veces de violencia de género. La violencia de género es eso, es todo aquel acto individual o colectivo, que dañe física, social o psicológicamente a una persona o grupo de personas, por motivos vinculados al género. Cualquiera de nosotros/as podemos haber ejercido, consciente o inconscientemente, violencia de género y seguramente hayamos sido víctimas de esta. No obstante, estadísticamente y por las características de nuestras sociedades, los varones heterosexuales son los que más la ejercen y las mujeres las que más la sufren.

Es importante saber que la violencia de género toma muchas formas y se produce en diversos escenarios. Comencemos con los tipos de violencia más frecuentes:

Violencia física Cualquier tipo de maltrato dirigido hacia el cuerpo, que produce daño temporal o permanente o que busca intimidar o forzar a alguien. Puede ir desde inmovilización o empujones, hasta golpes, heridas o lesiones graves.
Violencia Psicológica Cualquier actividad que, a través de palabras, acciones o gestos, busquen humillar, socavar la autoestima, manipular, controlar o ridiculizar a la víctima. La acumulación a lo largo del tiempo de este tipo de acciones suele generar severas consecuencias emocionales y sociales para quienes la padecen.
Violencia Sexual Cualquier actividad sexual impuesta a otra persona, que puede incluir contacto corporal (como manoseos, frotaciones, sexo oral o coito forzado), o no incluirlo (como la exposición a pornografía, exhibicionismo, voyeurismo o uso de lenguaje sexual).
Violencia Patrimonial (o económica) Control de los bienes de la víctima o privación de recursos sin justificación que socaba su bienestar y/o el de sus seres queridos (hijos u otros dependientes)

A la vez, estos tipos de violencia se producen en diferentes escenarios y por parte de diferentes agresores. Eso genera otras tipologías, por ejemplo:

Escenario Agresor/es/as Tipo de violencia
Hogar (vida cotidiana) Cónyuge Violencia Doméstica
Vida Cotidiana Novio/a Violencia en el noviazgo
Calle (agresiones sexuales) Desconocido Acoso Callejero
Escuela Compañeras/os Bullying con base en género

Recuerden que la motivación de la agresión debe ser el género de la persona. Por ejemplo, el bullying a veces se base en la etnia o condición social, no necesariamente en motivos vinculados al género. Pero puede ser que una persona cuya expresión de género se aparte de los modelos hegemónicos y eso motive el bullying en la escuela, convirtiéndose en bullying por razón de género.

Violencia de género contra las mujeres

Hemos comenzado este módulo por lo más general, para ahora llegar a lo más particular. Si bien cualquier persona puede ser víctima de la violencia de género, está se da más particularmente contra las mujeres. Las estadísticas del mundo entero respaldan esta afirmación y por eso nos detendremos un poco en este punto.

La violencia de género contra las mujeres fue definida en la CEDAW (Convención para la eliminación de toda forma de discriminación contra la mujer) como “todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada” (párrafo 1)

Todas las tipologías que vimos en el apartado anterior son frecuentemente dirigidas contra las mujeres. Pero es importante que retomemos un concepto que utilizamos al comenzar la capacitación, la idea de interseccionalidad.

Cuando varias características que hacen que una persona sea particularmente vulnerable por pertenecer a un grupo socialmente menospreciado o discriminado, la intensidad y frecuencia de la violencia puede aumentar. Pongamos un ejemplo simple: toda mujer puede ser víctima de acoso callejero, pero muchas veces las adolescentes y jóvenes, lo sufren más. Cuando esas adolescentes y jóvenes son de bajos recursos, algunos varones se atreven a llevar ese acoso a actos más violentos, sintiendo que pueden mantenerse impunes.

Recuerdan la socialización de género? Bueno, también desde allí se van sembrando las semillas de la violencia de género, especialmente la dirigida contra las mujeres, e incluso en muchas ocasiones, son una expresión más de esa violencia: “los hombres no lloran”, “los hombres son fuertes”, “los superhéroes siempre ganan”, “las mujeres son débiles”, “las mujeres no pegan”, “las princesas se quedan esperando que un hombre las salve”… y muchos otros mensajes son producidos y reproducidos por los diferentes espacios de socialización, pertenencia y referencia en los cuales las personas se desarrollan. De ahí que la inmensa mayoría de los agresores sean varones y la inmensa mayoría de las víctimas sean mujeres.

Antes de pasar a nuestro siguiente tema, vamos a detenernos en el nivel más alto de violencia de género contra las mujeres, el feminicidio (que pueden encontrar en otros textos como femicidio) y que es la muerte de una mujer por razones de género y violencia machista. El feminicidio es un campo de especial interés, no sólo por lo nefasto de sus consecuencias sino también por lo que representa:

…el femicidio es el último peldaño de un continuum de diferentes manifestaciones de violencia contra las mujeres, tanto en lo público como en lo privado. El concepto de femicidio ayuda a comprender el carácter absolutamente político y social del problema: sólo es posible porque socialmente existen dispositivos y lógicas culturales que han institucionalizado y reproducen relaciones de poder opresivas entre los sexos. (AGUILAR, 2005, citada por LOPEZ PONS, 2010, p. 80).

Tomando en cuenta el énfasis en la violencia en el “noviazgo” que el grupo de jóvenes investigadoras decidió imprimirle al proyecto, se amplía el marco conceptual haciendo foco en este fenómeno.

La violencia de género se manifiesta a lo largo de toda la vida en diferentes espacios. Este proyecto hizo especial foco en la violencia de género en la adolescencia y juventud, puesto que es un momento vital de comienzo de las relaciones afectivo – sexuales y, en general, los contenidos de las campañas y políticas que se llevan a cabo en contra de la violencia de género no son de fácil acceso para las/os esta población.

A pesar de que la violencia de género en la adolescencia y juventud se manifiesta de muchas maneras, se hará hincapié en la violencia en las relaciones afectivo-sexuales. La literatura científica en general ha trabajado especialmente el tema violencia en el noviazgo (VN), en ocasiones, con foco en los noviazgos entre adolescentes. Los estudios sobre violencia en el noviazgo comenzaron en Estados Unidos en la década de los 80, siendo Makepeace (1981) pionero en este campo de estudios. Dentro de las dificultades que presenta el estudio de la VN, se encuentra la diversidad de definiciones y de metodologías empleadas (Vizcarra, Pooa y Donoso, 2013). En este sentido, Castro (2012) plantea que este es un problema general en el estudio de la violencia. La VN es la que ocurre en aquellas parejas que mantienen un vínculo emocional, sin convivir bajo un mismo techo de forma regular, de esta manera no existe dependencia ni asociación económica permanente. El autor diferencia la violencia en el noviazgo de la violencia de pareja, la gran diferencia radica en la relación económica y de convivencia. En esta propuesta la definición de relación afectivo-sexual no corresponde necesariamente a la de noviazgo puesto que pretende abarca una gama más de amplia de tipos de relaciones.

Entorno digital y violencia de género

La llegada de la revolución digital, a la vez que abre una ventana de oportunidad para combatir la violencia de género, representa también un nuevo escenario donde se desarrolla y brinda elementos tecnológicos nuevos para recrudecer los escenarios tradicionales. En ese contexto, los/as jóvenes, protagonistas de esta revolución son a la vez potencialmente promotores de una vida sin violencia y también posibles víctimas y victimarios principales en la violencia de género del mundo digital.

Los dispositivos tecnológicos, según Lasén (2010), contribuyen a configurar, transformar y renegociar el ámbito de la intimidad y las relaciones íntimas alrededor de la sexualidad, el cuerpo y los afectos, con comportamientos como las implicaciones del uso del móvil en las relaciones de pareja, por ejemplo.

En la literatura sobre la temática particular de las violencias de género en entornos digitales, surgen algunas nuevas conceptualizaciones buscando dar cuenta de los cambios y diferentes características que el espacio virtual/online imprime sobre las violencias de género. Así, e-violencia (Bueno de Mata, 2013), violencia 2.0 (Donoso-Vázquez, 2014) dan cuenta de estas nuevas situaciones donde, por ejemplo, una característica particular aparece asociada con el cambio que tienen el tiempo y espacio en estas situaciones de violencia a través de las redes sociales. Es a través de estas, que la violencia de género y el acoso pueden darse en cualquier momento y en cualquier lugar traspasando los límites temporales y físicos.

Un estudio realizado por Estébanez y Vázquez (2013) en España con población adolescente y jóvenes, concluye que varones y mujeres hacen un uso distinto de las redes sociales, basado en estereotipos y actitudes sexistas que llegan a provocar formas de violencia de género en estas edades. En lo que refiere a la violencia en las relaciones interpersonales de los/as jóvenes, foco que se le imprimió a l investigación, los autores mencionan que el control ejercido por las parejas, los celos, la prohibición de estar en redes sociales a determinadas amistades, así como el traspaso de contraseñas como muestra de amor y confianza, son algunos ejemplos de maltrato. Es, sin embargo, importante aclarar que las redes sociales online o las aplicaciones móviles no producen desigualdad ni violencia de género por sí mismas, sino que reproducen las realidades desiguales entre varones y mujeres, pero sí pueden amplificarlas y suman nuevas características a estas situaciones.

Durante la fase de capacitación del proyecto, el grupo de investigadoras recibió la siguiente información teórica respecto del tema entornos digitales y violencia de género:

Era digital y cambios

La era digital y principalmente, Internet, refundaron al mundo en muchos sentidos:

  • Cambió la forma de relacionarse con los otros/as
  • Cambió la forma de informarse y el acceso a la información
  • Cambió la forma de comprar
  • Cambió la forma de organizarse
  • Cambiaron los tiempos de espera de miles de cuestiones cotidianas
  • Se abrió una ventana al mundo a muchas personas que antes estaban muy limitadas

Podríamos hacer una lista interminable, pero lo importante para comenzar este apartado es destacar lo siguiente: los adultos, las instituciones, la academia, todo aquello que entendía el mundo de una forma antes de la era digital, se ve desafiado actualmente a adaptarse y, en muchos casos, a reescribir lo que sabíamos sobre el humano.

El concepto de globalización genera debates: no se trata de una idea precisa, pero a todo/as nos remite a cierta idea de un mundo conectado, donde todo lo que pasa en cualquier lugar afecta a los rincones más alejado. Muchas personas entienden que la globalización comenzó con la conquista de América, otras consideran que se inicia con la invención de la banca y su internacionalización hacia el siglo XVIII. Lo cierto es que, no importa cuando pongamos el inicio, las dos Guerras Mundiales, y muy especialmente la segunda, dejaron los cimientos políticos para un aceleramiento brutal de la globalización, que se apoyó fuertemente en la revolución tecnológica que vivimos en la segunda mitad del Siglo XX.

Al llegar el siglo XXI este proceso se aceleró aún más de la mano de uno de los inventos más espectaculares de la historia de la Humanidad: Internet. Esta creación modificó completamente la posibilidad de conexión y acceso a la información de las personas. Vargas Franco (2016), para graficar el impacto sociocultural de la revolución tecnológica, plantea lo siguiente:

La creciente expansión de internet y las redes sociales ha producido unas transformaciones sin precedentes en la historia cultural de la humanidad, solo comparables al advenimiento de la escritura hace más de 5000 años y a la aparición de la imprenta en el siglo XV (Vargas Franco, 2016).

En los últimos años, las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TICs) se difundieron masivamente en todo el planeta (aunque obviamente, con las desigualdades que tiene nuestro mundo), pasaron a formar parte de la vida cotidiana y, para la mayoría de la población son imprescindibles, ya que facilitan la ejecución de diferentes actividades.

Según ComScore (2015), las redes sociales son la actividad más popular en internet y representa uno de cada cinco minutos empleados en Internet a nivel mundial. La red social más popular es Facebook y tiene 1871 millones de usuarios (We Are Social, 2016). El uso de las TICs y el acceso a internet si bien no es parejo del todo, se ha colado en diferentes espacios sociales e involucra a gente de todos los sexos, edades, clases sociales y nacionalidades. Sin embargo, los/as adolescentes y jóvenes son sus principales consumidores. Las TICs inauguraron la “cultura digital”, algo nunca conocido. Aparecieron nuevos modos de escribir, de leer, de contar, de distribuir imágenes, de seducir, etc. (Linne y Basile, 2013).

Actualmente es difícil medir el impacto de esto cambios, porque continuamente se transforma la realidad y esto que afecta el modo de ser, estar y sentir de las personas. En la era digital, las nuevas tecnologías permiten hace desaparecer las distancias físicas. Lipovetsky (2004) decía que en los últimos años del siglo XX se produjo un cambio en la organización de la sociedad, sus costumbres y hábitos, que en buena medida tienden al individualismo.

En honor a la verdad, hay muchos/as académicos/as que ven con ojos de pánico los cambios que están aconteciendo. En cambio, otros/as tienen un entusiasmo genuino con la nueva realidad. En nuestro caso, sólo observamos con honesta incomprensión y con voluntad de saber. Pero es importante que sepan que hay una especie de polarización entre los/as investigadores/as respecto a los efectos de internet, y sobre todo de las redes sociales, en la vida de los/as jóvenes especialmente (que como vieron en los videos son la mayoría de la población mundial).

Coinciden en un punto: los avances tecnológicos, la colonización de las TICs en la vida de las personas, y la participación de la gente en diversas plataformas virtuales han provocado cambios en las subjetividades y las formas de relacionamiento entre los sujetos. Así, se pueden ver importantes diferencias en las subjetividades de las personas nacidas antes de esta revolución tecnológica y los/as nativos/as digitales.

Las TICs han provocado profundos cambios en relación con:

  • La idea de intimidad
  • La idea de lo público y lo privado (clave en la teoría de género)
  • Las nociones temporo-espaciales
  • El acceso a la información
  • Las lógicas de consumo
  • Las fronteras entre lo real y lo virtual (fundamental en la construcción de lo subjetivo)
  • La sexualidad y el establecimiento de relaciones sexo-afectivas
  • La construcción de las identidades de género
  • La comunicación
  • Las formas de control social
  • La construcción del cuerpo y la imagen corporal
  • El procesamiento/configuración de las identidades
  • Los dispositivos de enseñanza-aprendizaje

Los/as investigadores que hacen hincapié en los avances que representan el acceso y uso de las TICs y redes sociales online destacan que las plataformas virtuales ofrecen a los/as jóvenes espacios para trabajar en la construcción de sus identidades, incorporar las normas sociales, socializar con sus pares, motivarse mutuamente en sus diversos intereses y dialogar con otros/as sobre sus asuntos comunes. Además, les permite ampliar su universo de conocimiento, potenciar sus relaciones afectivas y encontrar soluciones a diversos problemas.

Por otro lado, quienes han hecho énfasis en los riesgos de la nueva realidad, insisten en que estas tecnologías exhiben la intimidad, producen relaciones socio-afectivas superficiales y de corta duración, favorecen el establecimiento de noviazgos violentos, hacen más difícil la construcción de la identidad y exponen, sobre todo a las/os más jóvenes, a una gran diversidad de peligros tales como el sexting, grooming, cybersexo, cyberacoso, riesgos en la privacidad y riesgos comerciales, entre otros problemas.

Aunque en la mayoría de los casos las investigaciones se ubican en uno de estos dos extremos, también se encuentran posturas en el medio que, si bien reconocen que estas tecnologías atañan ciertos peligros, se enfocan en construir espacios que potencien el uso seguro y responsable de las TICs y redes sociales online. Estas posturas no dejan de ver, a pesar de los riesgos, la inmensidad de posibilidades de aprendizaje que las redes posibilitan

La sociedad del conocimiento

Estos cambios no afectan exclusivamente nuestra esfera individual y nuestra cotidianeidad. Han modificado radicalmente el mundo, sobre todo en su esfera cultural y económica. Por un lado, podemos enterarnos instantáneamente de acontecimientos que ocurren en los rincones más remotos de la tierra, así como podemos acceder a una biblioteca de dimensiones nunca imaginadas, donde conocimientos de todo tipo están a nuestra disposición.

Nunca como ahora el concepto de “aprender a aprender” fue tan clave, puesto que por vasto que sea nuestro conocimiento sobre una materia, todo el tiempo se están generando nuevos contenidos e incluso nuevas formas de construir el problema, de experimentar sobre él y hasta de observarlo. Esto nos obliga a estar en permanente actualización y revisión de lo que sabemos y, a la vez, nos da la oportunidad de meternos en materias completamente desconocida y, con muy poca guía, familiarizarnos rápidamente con un tema nuevo y crear cosas nuevas (ideas, preguntas, soluciones).

Supongamos que quieren saber sobre violencia de género y nuevas tecnologías. Pueden “googlear” (como saben, esta expresión se ha hecho completamente cotidiana) esas palabras y comenzar a leer, o mirar videos. Que necesitan para volverse bastante expertos/as: 1) capacidad de comprender lo que observan o leen; 2) capacidad para discernir entre fuentes confiables y fuentes no fiables; 3) inquietud para conectar lo que están viendo en la red con su vida cotidiana; 4) tiempo y ganas de aprender.

En este sentido la UNESCO postula lo siguiente:

La sociedad mundial de la información en gestación sólo cobrará su verdadero sentido si se convierte en un medio al servicio de un fin más elevado y deseable: la construcción a nivel mundial de sociedades del conocimiento que sean fuentes de desarrollo para todos, y sobre todo para los países menos adelantados. Para lograrlo, dos desafíos planteados por la revolución de la información revisten una importancia particular: el acceso a la información para todos y el futuro de la libertad de expresión. En efecto, cabe preguntarse si la desigualdad de acceso a las fuentes, contenidos e infraestructuras de la información no pone en tela de juicio el carácter mundial de la sociedad de la información. Además, ¿cómo se puede hablar de sociedad mundial de la información, cuando la libre circulación de informaciones se ve obstaculizada o cuando la propia información es objeto de censuras y manipulaciones?

Volvamos al nivel individual en el que estábamos: soy un/a joven que con cierta información puedo crear cosas o solucionar problemas. Sin embargo, no tengo los medios para acceder a esa información, o carezco de las habilidades para comprenderla. Entonces esa información, por más que esté disponible y globalizada, no significa nada para mí. Lo mismo, si alguien controla a que información puedo o no acceder para beneficiarse a sí mismo, como pasa en los países con la censura, estoy coartado en mis posibilidades de desarrollo. Es decir, la información está, pero me permite desarrollarme.

Esto es a lo que se refiere la UNESCO, a nivel países. Para que la sociedad de la información sea una sociedad del conocimiento los países (y como lo veníamos viendo, las personas), deben tener “capacidad para identificar, producir, tratar, transformar, difundir y utilizar la información con vistas a crear y aplicar los conocimientos necesarios para el desarrollo humano.” Como veremos a continuación, esto no se limita a cuestiones científicas y prácticas sino también a la construcción de la cultura.

Una vieja novedad, las redes sociales

A pesar de que el término redes sociales se usa actualmente de modo coloquial para referirnos a Facebook, Twitter, Instagram u otras redes online, conceptualmente las redes sociales han existido siempre, con mayor o menor extensión e intensidad. Una red social es “una estructura compuesta por un conjunto de actores, individuos u organizaciones que están vinculados por lazos interpersonales, que se pueden interpretar como relaciones de amistad, parentesco o intereses comunes” (Fernández Sánchez, 2013, p.521).

Las redes sociales en Internet son de reciente aparición, el primer antecedente fue en Estados Unidos, en 1995 y se la llamó classmates.com. Existen más de 300 redes sociales en Internet, aunque algunas son inmensamente conocidas, por la popularidad que han alcanzado. La definición de red social en Internet es algo más compleja que la de red social: Son esquemas que permiten a los individuos atender un punto de interés común para compartir contenidos en diversos formatos de comunicación y establecer relaciones interpersonales (Fernández Sánchez, 2013, p. 521).

Quizá la diferencia principal entre ambos formatos de redes sociales (la física y la que está en internet), es que la primera (en la inmensa mayoría de los casos), está integrada por personas que conocemos físicamente y con las que hemos establecido un vínculo cara a cara. En cambio, las redes en internet permiten que nos conectemos con personas que no conocemos físicamente (aunque en general el contacto cara a cara, o bien precede la incorporación de la persona a nuestra red, o bien se concreta después). Sin embargo, lo que nos conecta siguen siendo las mismas cosas: personas e intereses en común.

Hay otra vieja novedad en todo esto: ustedes quizá sepan el origen de la palabra personalidad. Se le atribuye a personalidad una raíz en la palabra latina persona, que lo toma del griego, prosopón y refiere a la máscara que utilizaban los actores griegos en sus obras. Desde el origen de la palabra, se ha discutido si la personalidad es única o si es más bien una serie de máscaras que utilizamos en diferentes circunstancias. Mucho más recientemente, un célebre pensador del siglo XX el sociólogo Erving Goffman trabajaría sobre este asunto.

En resumen, podríamos decir que, aunque nos relacionemos cara a cara con las personas, siempre estamos expuestos/as a conocer apenas una parte del ser con quien nos vinculamos, aquella que nos muestra o aquella que se deja ver sin su intención. Al mismo tiempo todos/as construimos nuestras propias máscaras para relacionarnos con los demás. Sin embargo, este asunto nunca tomó tanta importancia como en los últimos tiempos con la aparición de las redes sociales en internet.

Quienes estudian el fenómeno de las redes sociales y su impacto en la construcción de la realidad ponen el énfasis en las narrativas, en lo que contamos y las historias que construimos en las redes, como claves en la construcción de nuestra identidad. Lo que elegimos contar de nosotros/as mismos/as, y las reacciones que despiertan, son parte de la conformación de nuestra identidad como antes lo era el grupo de amigos del colegio. Por otro lado, las posibilidades que ofrecen las redes sociales de interconexión magnifican sus posibilidades de afectarnos. Esto no es positivo o negativo en sí mismo, simplemente es otra forma de narrarnos la historia de nuestra vida a nosotros/as mismos y de participar en las narraciones de los demás. Lo cierto es que, lo que hoy es considerado real, es construido en buena medida en las redes. Supongan una noticia que los/as afecta: puede o no ser real, puede ser un “fake” como se le llama a la información falsa que circula, pero no por eso deja de tener efecto en cada uno/a en la medida que creamos que es real.

Además, las redes sociales han cambiado nuestro estatus social en relación a la cultura. Durante siglos, la inmensa mayoría de los humanos hemos sido consumidores de productos culturales producidos por otros. El entretenimiento (sea lectura, radio, televisión), era producido por un pequeño grupo, que lo ponía disponible a los demás. Por otra parte, sobre todo durante el siglo XX, lo que llamamos “opinión pública” era una interpretación que hacían determinados “formadores de opinión” de los medios, que hablaban por los demás. Hoy día, cada uno/a puede hacer conocer su opinión, puede generar su propio producto cultural, y compartirlo en las redes. Sería algo ingenuo pensar que esto es absolutamente democrático: como vimos hay diferencias entre sociedad de la información y sociedad del conocimiento, y no todos/as estamos en igualdad de condiciones en internet. Sin embargo, es una posibilidad que cada vez con más fuerza viene modificando los esquemas clásicos: youtubers con más audiencia que las grandes cadenas, manifestaciones convocadas por Facebook, blogueros/as que se convierten en la más acérrima oposición de gobiernos autoritarios, músicos/as que se independizan de las disqueras y difunden su arte por internet, programadores/as que apuestan por el software libre y escriben a código abierto… mucho ha cambiado, y mucho sigue igual, veremos en el apartado siguiente lo que corresponde a nuestro tema básico, el género.

Redes sociales y estereotipos de género

Los espacios virtuales se han ido transformando en los últimos años en los espacios más importantes de en diálogo constante con los espacios de socialización tradicionales socialización, lo que hace muy difusos los límites entre lo real/virtual. En la actualidad, son las imágenes mediadas por la tecnología las que consiguen mayor impacto en la subjetividad de las personas, principalmente en las generaciones de niños, adolescentes y jóvenes.

Aquí viene la mala noticia: la literatura científica sostiene que las narraciones personales de adolescentes y jóvenes en las redes sociales online tienen una fuerte influencia en los refuerzos de los estereotipos de masculinidad-femineidad de las imágenes online. Lo que los/as usuarios/as suelen modificar regularmente en las redes sociales son las imágenes de sus perfiles, por encima de otros aspectos, lo que demuestra el peso que representa la imagen por sobre otras configuraciones de perfiles virtuales. De hecho, en los últimos tiempos, han aparecido en el mercado una gran diversidad de aplicaciones (entre ellas Instagram) cuyas funciones son, entre otras, la de editar las fotografías, a fin de mostrar la imagen más acorde a cada momento, contexto y reacción esperada por parte del resto de los usuarios/as. Estas modificaciones en general apuntan a hacer concordar la propia imagen con los cánones de belleza estereotipados.

Cuando las personas cuelgan fotos y/o videos en las redes sociales, buscan cierto tipo de existencia en el mundo de la conexión. En la actualidad, se acepta socialmente la exposición del sujeto, se promueve y se reconoce, se derribaron algunas barreras -y al menos en determinados sectores de la población- el ser una persona pública otorga estatus y reconocimiento social. Esto sucede siempre que se cumpla con ciertos mandatos y estereotipos sociales que son promovidos por la globalización en su dimensión cultural.

Por otro lado, mensajes que reproducen el orden de género de nuestras sociedades son festejados (con reacciones positivas en Facebook, o siendo retuiteados, etc.), y la masividad de las reacciones refuerza la idea de su realidad. A través de memes, de post, de videos, de comentarios, de chistes de todo tipo, encuestas, rankings, e incluso “sesudas reflexiones”, se difunden a través de las redes mensajes que favorecen la misoginia y lo más reaccionario del patriarcado. Esto, compartido por las/os adolescentes, contribuye a perpetuar lo más cruel del orden de género actual.

En contrapartida, las personas que buscan modificar las pautas del modelo hegemónico encuentran también en las redes sociales un escenario para amplificar su voz. Quizá conozcan la movilización llamada “Ni una menos”, con origen en Argentina, que se ha expandido por varios países. Sería inconcebible un movimiento de esa escala sin las redes sociales. Asimismo, cada uno/a de nosotros/as podemos utilizar las redes, con actitud militante, para intentar modificar esta realidad. La web 3.0 está allí, depende de cada uno/a lo que hace con ella. Lamentablemente, por el momento, los estudios indican que quienes aspiramos a un mundo más libre de estereotipos y más igualitario, estamos perdiendo la batalla en las redes sociales, sobre todo en los circuitos de la gente joven.

Redes sociales y tecnologías de la información y comunicación como escenario de la violencia de género

Antes hablamos del espacio doméstico, del ámbito escolar, laboral, de la vía pública, espacios físicos tradicionales dónde puede observarse con claridad la violencia de género. Pero ¿Qué hay de los espacios virtuales? Si como dijimos en el apartado anterior, las redes sociales online suelen ser espacios dónde, generalmente, se refuerzan los estereotipos de género (aunque también sirven como vehículos de cambio y resistencia en ciertos casos), es natural pensar que también se puedan convertir en un escenario de violencia de género. Y de hecho así es, la evidencia recolectada no sólo reafirma esta idea, sino que, además, señala que las nuevas posibilidades tecnológicas han creado nuevas formas de violencia de género, que antes no existían porque eran imposibles.

En este apartado sobre género, violencia y tics, nos acercaremos a este fenómeno y sus múltiples facetas. Vale hacer una aclaración: la revolución digital afecta a todas las generaciones y existen nuevos fenómenos de violencia de género que se dan en adolescentes, adultos/as y adultos/as mayores. Sin embargo, por la naturaleza de este programa, nos centraremos en qué pasa en la adolescencia y juventud, principalmente, en cómo afecta esto a los/as nativos/as digitales.

Para eso vale la pena ver qué tipos de uso de las redes sociales virtuales hacen los adolescentes y jóvenes del mundo, según diversos estudios. Cabe aclarar: hay muchos usos muy positivos y la mayoría del tiempo los/as jóvenes utilizan las redes sociales en internet a su favor, para desarrollar su creatividad y ampliar sus horizontes comunicativos. Sin embargo, en este bloque nos concentraremos en los usos que pueden dañarlos/as o dañar a otras, que son lo que se consideran problemáticos.

Sexualidad, imagen corporal y redes sociales

Los adolescentes que utilizan las redes sociales virtuales, en ocasiones postea información sobre su conducta sexual, su uso o abuso de distintas sustancias, e incluso, violentan a otros/as (conocidos o desconocidos). Estos datos los/as exponen a riesgos y producen efectos, no solo en el mundo virtual, sino también en su vida material (Gordon, 2009; Kujath, 2011).

Subrahmanyam, Greenfield y Michikyan (2015), señalan, por ejemplo, que las interacciones mediadas por mensajería instantánea han generado un aumento en la comunicación y los sentimientos de intimidad, confianza y compromiso entre los participantes. Al analizar los temas de conversación entre adolescentes, aparecen principalmente inquietudes sobre la identidad, la propia imagen, las amistades, las relaciones amorosas, sexualidad, intimidad y algunas conductas de riesgo. Les diríamos que, en este sentido, nada nuevo bajo el sol, lo interesante es como la mediación tecnológica en ocasiones genera un aumento de la intensidad de esas conversaciones.

Otra vez algo viejo en versión nueva: la opinión de los/as pares siempre ha sido fundamental en la conformación identitaria de las/os adolescentes, pero en la actualidad el fenómeno se ha magnificado, porque es posible someterse a un veredicto casi instantáneo de centenares o miles de personas. Peris, Maganto y Kortabarria (2013), estudiaron la influencia de las redes sociales en internet en las valoraciones que los/as jóvenes realizan acerca de su propio cuerpo y el de los/as demás, así como las representaciones que eso genera. Asimismo, las autoras sostienen que el acceso que parece ilimitado a una gran diversidad de contenidos sexuales en la red ha contribuido en la erotización de la sociedad. Aparentemente esto está creando dificultades para compatibilizar conductas sexuales con conductas afectivas. Además, su estudio con adolescentes reveló que quienes más publica fotos estéticas y eróticas son los/as adolescentes que tienen mayor autoestima personal.

Tortajada, Araüna y Martínez (2013) obtuvieron resultados similares, pero además pusieron especial atención en la cosificación y sexualización de los cuerpos de adolescentes hombres y mujeres en la publicidad y las redes sociales. Consideran que este fenómeno no suele cuestionar (sino que más bien refuerza) los modelos hegemónicos de masculinidad-femineidad, y más en general, las lógicas patriarcales y heteronormativas.

Ya en 2008, una encuesta llevada a cabo por The National Campaign to Prevent Teen and Unplanned Pregnancy, el 20% de los jóvenes entre 13 y 19 años declaró haber enviado o posteado fotos en internet en las que aparecían desnudos o semidesnudos. En esa misma encuesta, un 38 % de estas/os jóvenes consideraron que intercambiar este tipo de imágenes aumenta las posibilidades de que se generen relaciones sexuales físicas luego.

Relaciones y redes: ¿nuevo escenario para la violencia de género?

Antes de empezar con esto, quisiéramos hacerles un comentario técnico, que adelanta lo que viene después. Habrán notada que, en este apartado, más que en ningún otro, citamos permanentemente estudios actuales. Eso se debe a qué, el primer paso antes de empezar cualquier investigación, es revisar lo que llamamos “estado del arte”, es decir ponernos al tanto de todo lo que se ha investigado sobre nuestro tema últimamente con el fin de contestar principalmente tres preguntas: ¿Qué sé sabe del tema? ¿Qué no se sabe? ¿Qué está en discusión? Esa revisión es científica, y se recurre a investigaciones de colegas que hayan publicado sus trabajos luego de ser revisado por otros científicos. En un modo simple, eso estamos haciendo aquí.

Donoso‐Vázquez, Rubio Hurtado y Vilà Baños (2016), Muñiz Rivas et al. (2015) y Ruiz (2014), encontraron en sus investigaciones que los espacios online pueden convertirse en escenarios donde se producen de celos enfermizos, acosos, controles y abusos, propiciando violencia entre parejas de adolescentes en espacios offline y también online. Estos estudios, además de los mencionados antes, concuerdan con que las redes sociales reproducen modelos estereotipados y desiguales de género y suelen estigmatizar los comportamientos que no se ajusten a la heteronormatividad.

Dueñas, et al (2016), investigó expresiones discriminatorias en las redes sociales por parte de jóvenes y constató que ocurren frecuentemente en redes sociales. Los motivos de discriminación, los principales son el género, la etnia, la clase social, formar parte de una minoría cultural y la apariencia física. Si observan estos últimos dos párrafos comprenderán mejor el recorrido que nos ha traído hasta aquí: primero vimos los modelos hegemónicos, luego como estos predisponen a la violencia, prestamos especial atención a otras características, que de forma “interseccional”, aumentan la vulnerabilidad. Ahora podemos observar que, con las nuevas tecnologías, todas estas características de nuestras sociedades se han trasladado al mundo digital y generan los mismos fenómenos en un nuevo escenario, con la complicación adicional que suponen las nuevas posibilidades de control y dominación que habilitan las nuevas tecnologías.

Por otra parte, la tecnología ha posibilitado a adolescentes y jóvenes vivir experiencias sexuales distintas, que pueden ser muy satisfactorias, por un lado, pero exponerlas/os enormemente por otro. Nos referimos al intercambio de mensajes de índole sexual, publicación de fotos y videos semi-desnudos o desnudos, realizar videollamadas con intención de excitarse o masturbarse (ciber sexo), pautar encuentros con personas que no conocemos personalemente para concretar un intercambio sexual, entre otras. (Vizzuetth, García y Guzmán, 2015; Alfaro et al., 2015; Crimmins y Siegfried-Spellar, 2014; Lau y Yuen, 2013; Wright y Randall, 2012; Baumgartner, Valkenburg y Peter, 2010). Como mencionamos antes, no sólo adolescentes y jóvenes toman estas conductas, pero sueles ser las/os más afectados por sus efectos negativos. Si bien puede producirse una instancia acordada de cibersexo, con el fin de obtener placer y esto no sería ningún problema, puede terminar siéndolo cuando deriva en un caso de sexting, grooming o cyberbullying (Lorang, McNiel y Binder, 2016; Garaigordobil, 2015; Garaigordobil et al., 2015; Eisenstein, 2013; Whittle et al., 2013; Houck et al., 2013; Mitchell et al., 2012; INTECO, 2009).

Quizá ya sepan a qué nos referimos con sexting, grooming o cyberbullying, o quizá no, así que vamos a tratar de definirlo brevemente.

SEXTING: Según los datos ofrecidos por la Asociación Proyecto Hombre, uno de cada tres adolescente de entre 12 y 14 años practica sexting. Este consiste en el intercambio de fotos y vídeos de tipo sexual a través del móvil. Teniendo en cuenta que cada vez acceden más pronto a este tipo de dispositivos, la cuestión se complica.

Las imágenes y grabaciones habitualmente son tomadas por la propia persona y enviadas de forma voluntaria a un contacto de confianza. Los problemas vienen cuando las capturas han sido tomadas sin el consentimiento del implicado o, peor todavía, compartidas con otros sin su permiso. También podría ocurrir que un tercero accediera a ellas con nefastas intenciones. En definitiva, una práctica de riesgo que, además, podría acarrear consecuencias legales, como la acusación de creación y distribución de pornografía infantil.

GROOMING: Sucede cuando un adulto establece vínculos emocionales con un menor y trata de ganarse su confianza intencionadamente con el fin de que este se exponga sexualmente ante él. Puede derivar en abusos físicos, chantajes e incluso en su introducción en redes de prostitución, y en la creación de material pornográfico pedófilo. Se encuentra tipificado [en España] como delito en el Código Penal desde 2010.

CYBERBULLING: también emplea los medios telemáticos para ejercer un acoso psicológico sobre la víctima, atacándola de diferentes modos. El Estudio sobre hábitos seguros en el uso de las TIC por menores del INTECO, lo define como ‘acoso entre iguales en el entorno TIC, que incluye actuaciones de vejaciones e insultos de niños a otros niños’.

Vendría a ser algo así como una evolución del tradicional acoso escolar que, esta vez, excede el ámbito del aula y va a parar a la red. Sus efectos, sin embargo, siguen siendo devastadores para los afectados, e incluso pueden acarrearles problemas psicológicos graves durante toda su vida. Además, la despersonalización que provocan este tipo de canales y las posibilidades de anonimato dan lugar a toda clase de roles imaginarios que agravan todo el asunto.

Quizá la pregunta que debemos hacernos es cómo podemos pensar estos fenómenos como violencia de género, y, de hecho, es la pregunta que nos haremos para discutir esta semana en el WhatsApp. Iniciaremos el viernes, si les parece, y les recomiendo que cuelguen audios y opinen, no sólo sobre este texto, sino también que dialoguen a partir de la opinión de sus compañeras.

Velázquez, López y Arellano (2013) llegaron a la conclusión que el cibersexo, así como el sexting, son prácticas aceptadas entre los/as adolescentes y han pasado a formar parte de las estrategias de conquista. La prevalencia (frecuencia del fenómeno, dicho de forma muy simple). es elevada universalmente y se presenta con mayor asiduidad entre adolescentes de 12-16 años. A modo de ejemplo, en México, un estudio con 708 jóvenes y adolescentes participantes corroboró que un 80% habían visto imágenes de personas semidesnudas o desnudas en las redes sociales. Asimismo, Alfaro et al (2015), aportan que, si se analiza desde una perspectiva de género, los varones son quienes más se exponen a conductas sexuales de riesgo en las TICS, pero las mueres y los varones no heterosexuales son quienes más sufren sus consecuencias. Además, hay evidencia de que el nivel socioeconómico y educativo afectan la prevalencia de este tipo de comportamientos en línea (Alfaro et al, 2015).

Pero aún queda más: más allá de los fenómenos intrínsecos de las redes, las tecnologías han habilitado nuevas formas de violencia en la pareja, en especial en el noviazgo, a través de las nuevas tecnologías: usurpación de contraseñas, geolocalización, control de las publicaciones y amistades, entre otras, son formas de violencia de género en las parejas jóvenes que se vinculan directamente con las nuevas tecnologías.

Es violencia de género en las relaciones interpersonales en la era digital:

1. Acosar o controlar a tu pareja usando el móvil
2. Interferir en relaciones de tu pareja en Internet con otras personas
3. Espiar el móvil de tu pareja
4. Censurar fotos que tu pareja publica y comparte en redes sociales
5. Controlar lo que hace tu pareja en las redes sociales
6. Exigir a tu pareja que demuestre dónde está con su geolocalización
7. Obligar a tu pareja a que te envíe imágenes íntimas
8. Comprometer a tu pareja para que te facilite sus claves personales
9. Comprometer a su pareja a que te muestre un chat con otra persona
10. Mostrar enfado por no tener siempre una respuesta inmediata online

Este marco teórico se refleja en la pauta de entrevista y en el análisis de los resultados de la investigación, con ese principal foco en el final del marco teórico (las relaciones interpersonales) que decidió el grupo de jóvenes investigadoras.

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